BOGOTÁ: FERIA DEL LIBRO, UN EJE SOCIAL
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PATRIMONIOS CULTURALES  //  LETRAS  //  Publicado el 12 de mayo de 2025  //  18.30 horas, en Bogotá D.C.

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“…El libro es fuerza, es valor, es poder, es alimento, antorcha del pensamiento y manantial del amor…” Rubén Darío

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Colombia es diversa o, en otras palabras, está marcada por una conciencia social heterogénea que surge desde los más alejados rincones del país y converge sobre la capital del país. Es ese un recorrido que más allá de lo geográfico está asociado a los contrastes que superan lo cromático y se encuentran en el cruce de banderas, apellidos, acentos y prosodia, entre otras características que hacen de la metrópoli del altiplano un espacio de lo multicultural. Dentro de las representaciones múltiples señaladas, que entre fines de abril y el inicio de mayo se concentran en un punto, sobresale la Feria del libro (Filbo), que este año acaba de cerrar su edición 37. Tal como en versiones anteriores, es una convocatoria que atrae multitudes y que este año amplió su agenda y programa con cobertura, por primera vez, de tres fines de semana. En este 2025, bajo el lema “Las palabras del cuerpo”, se evocó el tejido cultural complejo que se fue hilando desde hace más de cuatro siglos. Un tejido híbrido que da como resultado desde lo particular de esta esquina de Sudamérica un aporte irreemplazable a lo general latinoamericano. La aparición de Haruki Marukami en el final de esta semblanza cierra lo central de una feria como la que concluyó el domingo pasado. El escritor oriental ha logrado poner en relieve una obra aceptada y reconocida en el mundo de habla hispana. Fue uno de los más apetecidos por los lectores que pasaron por el pabellón donde tuvo estand la editorial Planeta.

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Escribe: César Augusto ZAMBRANO *

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Hubo en la cita medio millar de participantes de primera línea en lo que hace producción y creación. El invitado fue el país cuna de la lengua: España. El Reino estuvo representado por escritores de la talla de Javier Cercas, Rosa Montero, Marta Sanz, Elvira Sastre y María Sánchez, en lista restringida. Pero no son solo palabras sobre el papel las que componen la multitudinaria celebración. También hubo, como es cotidiano en este tipo de llamado que marca el inconsciente colectivo, manifestaciones del arte en sentido general: los autores que encadenan relatos de sus propias obras y además de las referencias que pueden quedar integradas a los textos de estos creadores, brindando toques de refrescante alegría que trascienden las fronteras de los grises sinsabores en lo diario y cotidiano. Bajo ese cuadro, ¿qué más es importante en la Filbo?; es bueno arriesgar alguna respuesta. Por ejemplo, la alegría manifiesta de que quienes llegan a observar y buscar, no siempre a comprar, los estands atestados de libros. Eso, además, de los otros complementos culturales que amplían lo que ofrece la Feria.

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En aquello que alentó el lema ferial se sumergieron las letras con estandarte en el ámbito de los principios y valores, los que alientan el llamado a lo dialógico y reparador que pudiese sumar al cierre de heridas provocadas por tantos traumatismos históricos que ha sufrido y sufre el país anfitrión. Es impactante ver en los pasillos internos donde se ubican los estands y las calles que separan los pabellones, a muchedumbres que se desplazan, alegres, ávidas y curiosas. Las editoriales que hicieron presencia expusieron lo efervescente y maravilloso -sin exageraciones- que cala en lo más arraigado de los sentimientos y le pone sello distintivo a la ciudad que le abrió puertas al acontecimiento de relieve continental. ¿Qué sería de la vida sin libros?, parafraseando con atrevimiento a lo que expresó en su tiempo Rubén Darío. Esto dicho sin olvidar que la Filbo de Bogotá tiene la misión emblemática de enaltecer el libro y la lectura, como aporte básico para construir paradigmas que aporten al desarrollo social, no solo de la capital cafetera sino que, además y al tiempo, al resto del Continente.

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Cada jornada de la Feria, de los 17 días que cubrió el encuentro, los libros se desbordaron a través de sus líneas trazadas en letra, desde las 10 de la mañana hasta el cierre al caer la tarde. Un libro, en párrafos apretados por sus márgenes, en títulos pensados para atrapar al lector, en imágenes logradas de tal forma para que quien construya su propia realidad alrededor del texto, crea para sí mismo un pulso subjetivo y un devenir que cambia la vida. Ese libro o cualquier otro cruzará el océano o se refugiará en una biblioteca de un hogar cercano una vez leído. Incluso podría llegar al lejano Oriente y, en donde sea, sumará alegría, nostalgia y conocimiento, nunca algo diferente a una eventual felicidad. Ese hilo brillante bien pudo arrancar desde una feria como la de Bogotá. Cada ejemplar se ha forjado a través de los autores, los artesanos y técnicos de las imprentas, el diseñador, el librero, el director de mercadeo y, en el final del camino, de quien lo atesora en la lectura. Es el lector quien hará una abstracción personal, a veces secreta, de lo que está en el texto. Es esa una la razones por las que un libro se convierte en amigo de la humanidad.

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En la víspera, poco antes del cierre de estos intensos días feriales, algunos escritores reunidos en un reducido espacio, intercambiaban palabras. Allí llegó un joven que preguntó: “…tienen el libro de Murakami…” en referencia a esa obra en la que el consagrado autor japonés habla y engloba características personales de un escritor, anécdotas y énfasis en las inquietudes de sus lectores. Se trata de “De Qué hablo cuando hablo de escribir”, un escrito que incluye la pregunta que siempre le hacen al protagonista: “…¿por qué Usted nunca ha obtenido el premio Akugatawa **…?; y es cierto, no ha ganado ese lauro local así como sigue siendo un eterno candidato al Nobel, así como lo fueron Borges o Tolstoi. Ante la pregunta previa, un señor con voz amable intervino y respondió: “…sí aquí está en la edición de Tusquets…”. La obra aludida de este escritor consagrado teje crónicas en un bar de Tokio, donde se escuchan acordes de jazz, con ingredientes como las etapas de un pregrado universitario, egos curiosos y la aparición de Joyce y Proust. Un cierre digno de una feria sobresaliente (aresprensa).

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* El autor de esta semblanza es un profesional venezolano, especialista en Lengua y literatura hispanoamericana. En su dilatada y aquilatada experiencia ha sido profesor en la Universidad de los Andes (Venezuela), dentro de su área de experticia. También se ha desempeñado como asesor cultural en la librería Lerner de Bogotá, entre otras actividades afines.

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** Se trata del premio más prestigioso que se entrega en Japón a los  escritores de ese país, en edición bianual.

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VÍNCULOS : UTRILLA: LIBROS, UNA LLAVE UNIVERSAL  //  FIESTA DEL LIBRO EN SUDAMÉRICA  //  EL DÍA EN QUE MURIÓ LA LITERATURA

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