COP 16 Y EL REENCANTAMIENTO DEL MUNDO
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ACTUALIDAD  //  DOXA  / Publicado el 17 de noviembre de 2024  //  18.00 horas, en Bogotá D.C.

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Al concluir el reciente encuentro universal de Cali (al iniciar noviembre) para buscar freno a la mitología del progreso indefinido -mitología propia del marco y pensamiento de la Modernidad con su ideología a cuestas- quedan claras las tendencias de los organismos internacionales y de ciertos gobiernos locales. Esto en el sentido de poner diques excluyentes a lo que aún se expande desde hace unos tres siglos. Los nuevos iluminados que repudian la visión hegemónica también avanzan en sentido inverso a lo que plantearon en su tiempo los iluministas, repudiados en ese mismo lapso. Esto después de que madurase la meta concepción modernizadora que surgió a partir del Renacimiento, revolucionando todo, no solo en el ámbito de la estética, sino en los demás esquemas de pensamiento todavía vigentes hasta el presente. Ese progreso indefinido, como imagen concreta de la ascesis propia del pensamiento religioso y luego de la Reforma protestante, miró desde Descartes al entorno como “res extensa” y, por lo tanto, como recurso útil para ser transformado y convertido en obra humana. Vale decir, en objeto válido para su conocimiento y aprovechamiento por parte del género. Sería difícil entender la ola del progreso que se mantiene vigente todavía en expansión, sin esos antecedentes de la civilización occidental y el desarrollo afín del capitalismo con las transformaciones vinculadas. Este cuadro sirve también para medir las resistencias a la contratendencia, esta con aroma a un romanticismo que impregna la corriente cultural confrontante con los valores de la Modernidad. Una corriente que hoy suele ser llamada con aire despectivo, cultura woke o “wok” *, aunque este último vocablo sirve para imaginar a alguien con una sartén en la mano que se lanza a la cabeza de alguien con visión distinta de la realidad.

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Lo ocurrido en la sureña ciudad colombiana, limítrofe con los desajustes sociales y los conflictos añadidos que generan violencia con eje en el narcotráfico y la máscara ideológica de las transformaciones, es bien curioso además de impactante. Este discurso general tiene un eje implícito: el llamado “reencantamiento del mundo”, que implica un retorno al pasado, que no lo es tanto, si se entendiese como la vuelta a una humanidad ingenua, la de la premodernidad. Pero tampoco la impugnación que se hace desde la ideología en reversa alcanza para cuestionar aquello que se señala como causante del aniquilamiento de la naturaleza. Los cambios climáticos y las catástrofes que se observan en cadena sobre el planeta, así como también los incendios continuados de las forestas, entre ellas amazónica, no alcanzan para la impugnación mesiánica que se dispara desde la ideología. La misma que se pretende que sea valorada como revolucionaria desde las trincheras propias. El que fue conocido como Foro de São Paulo, fue el disparador de estos neo movimientos locales, también reconocidos como parte de la militanciawok”.

Esta narrativa impugnadora crece a partir de quienes hasta ayer navegaban en la retórica marxista ortodoxa, la que no cuestionaba a la modernidad en su sentido lineal y hacia adelante. Debe recordarse que, en su tiempo -hace ya más de tres siglos- el romanticismo se levantó en contra del discurso iluminista de la Ilustración. El mismo que propició el surgimiento de las democracias, la división de poderes del Estado, las revoluciones de los siglos dieciocho y diecinueve, así como también de la parábola capitalista y el socialismo tardío en la segunda militad de la décimo novena centuria, en esta civilización occidental de origen judeo-cristiano. El señalado reencantamiento incluye no solo el rechazo a lo construido y un mandato para provocar su derrumbe, con intención nimbada de inocencia tardía en la nostalgia de retornar incluso a las costumbres que dejan al margen las tecnologías. También como una cierta forma de rechazo al conocimiento científico, para impulsar un retorno a la manera como lo hacían las culturas que han acumulado tradiciones de saberes, con base en lo contemplativo también tardío de los recursos naturales.

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aquella guerra.

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Tal como se subrayó, es imposible el retorno a una cultura de la ingenuidad salvo en la distopía. Un indígena vestido a la usanza de sus tradiciones, pero con teléfono celular y pidiendo dineros a los gobiernos, ya no es el que dice que es. Eso debe quedar bien claro para quienes se enamoran de los declaraciones confusas y repetitivas, pretendiendo encontrar un rastro de pureza tan inexistente como imposible. Las comunidades ancestrales tienen derechos al tiempo que obligaciones, junto con otras minorías y con el resto de los ciudadanos que integran una nación, regida por una Constitución. Esto en democracias que se pretenden como tales y que, aunque defectuosas, serán siempre perfectibles y parte de una modernidad que impuso sus claves siempre hacia adelante, hacia el futuro. Nunca hacia atrás como plantean los nuevos descubridores de la pólvora. Ya Morris Berman en su libro “El Reencantamiento del mundo***, planteó que quienes no tuvieron revoluciones, ni Renacimiento, tienen por delante un camino difícil para construir horizontes creíbles. Sí, en cambio, están en condiciones de llevar a mayores desastres.

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Esos desastres ya son patentes en la esfera iberoamericana y pareciera que aún queda algo por recorrer en ese camino perverso, cargando una Weltanshauung que no se registra de manera consciente pero que se aplica en decisiones y hechos. Una visión de mundo que, según los aludidos alemanes esperaban mantener un Reich por mil años, idea doblegada por quienes creían lo contrario. Los primeros fueron derrotados con un alto precio, como lo fue la destrucción total de aquel país que pretendía volver al esoterismo de las viejas cultura de druidas y rituales del bosque. Una Alemania que volvió a ser potencia y locomotora europea con la ayuda de los vencedores y por un camino opuesta. Sería bueno que aprendieran esas lecciones los “iluminados” de esta parte del mundo. Lo demás, incluido el rédito económico positivo que dejó el encuentro mundial de Cali, pasa a ser una fruslería frente a lo otro: lo retrógrado que está bajo el mantel del pensamiento mesiánico ahora ondeando en Colombia, con resentimiento y nostalgia por la violencia (aresprensa).

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EL EDITOR.

Noviembre de 2024

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Ambos términos no significan lo mismo y esto puede llevar a equívocos. En la América ibérica suele usarse con ambas grafías, y eso ahonda las dudas sobre el significado aplicado, tan diferentes, de ambas palabras. El primera, woke, es un vocablo de jerga estadounidense que deriva de “despertar” (wake), usado desde los años 60 por comunidades afrodescendientes que luchaban por imponer sus derechos. La otra palabra (wok), es de origen oriental y, en particular, del sudeste asiático. Se refiere a las sartenes que se usan para preparar los alimentos propios de estas culturas.

** Esta obra salió a circulación en español a fines de la década del 50 y produjo una gran conmoción, pues aún no afloraba a pocos años del término de la guerra mundial, el profundo lazo que existió entre los propósitos nacional socialistas y el esoterismo, aunque algo se sabía al respecto la información por entonces no era tan sólida, como sí lo fue a posteriori. Lo notable es que uno de los autores, Jacques Bergier, fue un científico judío integrante de la Academia francesa de ciencias y, por lo tanto, su trabajo fue tomado como serio. En efecto lo fue, si se toma en cuenta la amplia literatura posterior sobre la indicada relación entre política y paraciencia que llevó adelante una buena parte de la dirigencia del Reich.

*** Este libro escrito por Morris Berman plantea desde una perspectiva neomarxista, que es imposible acortar caminos hacia una eventual revolución y es por eso que se deben seguir los pasos que tomaron tanto Europa como los Estados Unidos. La simple enunciación de una eventual transformación social radical requiere de secuencias seriales insoslayables, según este autor. Sobre esa hipótesis Berman plantea que lo ocurrido en la Unión Soviética estaba condenado al fracaso, como lo estuvo en casi todos los países que tentaron el experimento. Todos, salvo la China posterior a Deng Xiaoping, que mantuvo un régimen centralizado en lo político administrativo pero que, en paralelo, readoptó un capitalismo vertical.

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VÍNCULOS : LLUVIA NEGRA SOBRE BUENOS AIRES  //  TRUMP AVANZA PERO...

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