EL BOGOTÁ FASHION WEEK DIO LA CARA
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HEDONISMO  //  MODA  //  Publicado el 26 de noviembre de 2024  //  18.30 horas, en Bogotá D.C.

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En un fin de semana desbordante de encuentros, penúltimo de noviembre, la Cámara de comercio de Bogotá realizó su Bogotá fashion weekend. Es esta una prolongación de la mayor cita anual sobre la moda, que en este caso está descentralizado de manera total. Esto, porque no se realiza en el escenario central de Corferias, sino que tuvo espacios medianos, pequeños y grandes, esparcidos por la ciudad. Hubo más de 360 actividades durante las jornadas programadas y se promovieron visitas por cada uno de los ámbitos que ocuparon el programa. Fueron 4 las zonas cubiertas en las previsiones sobre el mapa de la metrópoli capitalina y 364 marcas que abrieron las puertas de sitios de producción y exhibición, así como también se pudo efectuar la promoción pertinente en las visitas. Tal como estuvo organizado, hubo estímulos especiales para el acceso de los compradores potenciales y el interés general del público. Los encuentros múltiples y el macro programa realizado en el fin de semana, a poco de abrirse de manera plena la temporada navideña, aspira a estimular una industria cultural afirmada, porque eso es la moda que se produce en este país andino o en cualquier parte del mundo.

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Una industria cultural es un proceso que reúne en lo concreto al mercado, el complejo fabril afín, el arte y el diseño. Eso fue lo que se convirtió en teoría desde la alemana Escuela de Frankfurt y desde la óptica del neomarxismo, que surgió en las primeras décadas del siglo XX como respuesta a los ortodoxos de la Revolución rusa. La Bauhaus también alemana, le dio contenido visible a lo que trazó aquel pensamiento que brindó legitimidad superadora a la mixtura. Ello a pesar de lo lineal de la lógica opuesta y el rechazo de los puristas, es lo que se pone en la escena andina un siglo después de aquellas experiencias conceptuales y materiales. Eso es dar la cara en tiempos en los que en Colombia un grupo de poder desafiante que orienta al país, muestra su impugnación cualitativa por el mercado y supone que el retroprogresismo podría seguir siendo revolucionario. Además, potenciando el rechazo ideológico al intercambio comercial tradicional, la iniciativa privada e incluso la creatividad individual. En otras palabras, este fue el desafío tácito a la vista entre viernes y domingo.

Es también una bofetada al mesianismo de algunos, aunque no hubiese sido así, eso del golpe al rostro, el interés de organizadores, creadores y empresarios. A ninguno de ellos debería o podría interesarles una confrontación de fuste radical, pero eso está implícito aquí tal como lo estuvo en el pensamiento de los referidos pensadores y creadores germanos, opuestos a la tendencia que encarnó el nacionalsociaismo de una época confusa, tal como también lo son los vientos que soplan en estos tiempos. De vuelta y en línea con lo concreto, debe señalarse que se organizó para el encuentro una retícula urbana con 64 paradas que contaron con servicio de transporte gratuito, según los responsables de lo realizado. Hubo 160 eventos puntuales en la programación y tres centenares de marcas se exhibieron en los distintos puntos de muestra. También hubo inauguraciones de sitios dedicados a la oferta de piezas de moda, además de los emblemáticos en lo que hace al reconocimiento del sector. Marcas conocidas ofertaron precios especiales para la ocasión, entre ellas: Agua Bendita, Hipnos y Laura Aparicio, junto con otra treintena de firmas.

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En la suma, abrieron puertas 137 puntos de referencia, emergentes e icónicos, dentro del rubro de esta industria cultural. La voz oficial de la organización señaló que el horizonte de esta propuesta es el de “…fomentar el consumo local…e impulsar la economía popular…”. Faltaría en este último aserto definir qué entiende el funcionario de la Cámara de comercio capitalina por “cultura popular”. En primer término, porque no toda la moda se afirma en lo popular y, además, para que no quede el amargo sabor de tener que aceptar otro enunciado populista, tan en boga en la vigente coyuntura histórica que vive Colombia. El encopetado Centro de la Felicidad que se abrió hace poco en un sector exclusivo del norte de la ciudad fue el epicentro de la programación complementaria del encuentro. Allí se reunieron los convocados para la reflexión, con 5 ejes temáticos en torno a la sostenibilidad, las lógicas del mercado internacional, así como las variables cambiantes de las tendencias propias de la moda.

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Nada más certero que realizar un evento así en un pretendido espacio donde se pueden desplegar aspiraciones de felicidad. Articular la moda con ese horizonte codiciado por todos los seres humanos es una apuesta razonable. Es cierto que la visión protestante del norte de Europa, a diferencia del catolicismo mediterráneo, afirmó y convirtió en cultura cotidiana aquello de que es posible alcanzar la felicidad en la experiencia vital con los pies en la tierra, sin tener que esperar la promesa de alcanzar ese anhelo en el ultra mundo supuesto. Esto es algo complejo de entender para la tradición ibérica pero que sí explica el porqué de unas sociedades que progresan en tanto que otras tienen dificultades para salir del atraso. La noción de progreso se vincula en ese giro subjetivo con el ideal de felicidad. Por ello es tan importante tener claro eso de lo popular y dónde está el horizonte de plenitud como promesa distante para muchos. Si esto no queda claro debe suponerse que existe una grieta entre lo que se piensa y lo que se hace.

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La noción de un horizonte posible de felicidad se carga en lo colectivo de la cultura con los otros elementos propios de la Modernidad: la democracia, la división de poderes, la sociedad en lugar de la comunidad premoderna, la aspiración de ascenso social y los derechos tanto individuales como sociales. En tal sentido suponer que la pobreza sistémica y continuada que se supone que estaría en la base social de la pirámide en cuya cúspide está lo que exhibe la moda, desdice los principios fundamentales que rigen la aspiración de felicidad. Eso sería darle la razón la lógica populista que se opone a lo que plantean los organizadores del Bogotá fashion week. No obstante, es bueno continuar en el empeño que pusieron de manifiesto tanto creadores como productores de este tándem creciente de la moda que se propone desde Colombia. Es de esperar que el encuentro que se realiza en el primer semestre del año amplíe su espacio de reflexión a la complejidad que está contenida en lo conceptual y teórico de la moda para entender eso de la felicidad (aresprensa).

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VÍNCULO : ARTESANÍA ANCESTRAL Y DISEÑO

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