EL TRIUNFO CANTADO DE PUTIN
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ACTUALIDAD  //  Publicado el 27 de marzo de 2024  //  12.30 horas, en Bogotá D.C.

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El déspota ruso inició su carrera como hombre de la inteligencia soviética en Berlín y como numerario de la política en San Petersburgo, haciendo la vista gorda a la corrupción del gobierno que expiraba, para salvar el pellejo a Boris Yeltsin. Este a su vez devolvió favores al dejarle a Putin una vía libre a la nueva realidad rusa. El beneficiado acrecentó su poder hasta cristalizarlo entre aquel momento postrero de siglo y el arranque de la nueva centuria que se aspiraba hiciera brotar una democracia imposible, como queda a la vista para el sentir del inmenso país en el que Putin renovó mandato hace una semana larga. Rusia es una sociedad que no cree ser una simple cultura sino una civilización diferente a la de sus vecinos europeos occidentales. En el largo plazo se reiteró que en lo que hace a libertades y disolución del despotismo esto aparece como un imposible, tanto en la actualidad como hacia el inmediato futuro. Ni siquiera el ataque terrorista brutal contra civiles rusos cambiará esa manera de ver la realidad y, por el contrario, fortalecerá la imagen de Putin y arrincona a quienes se oponen a su perspectiva. Un personaje que vale relievar en estas circunstancias es el de Nikita Krushev, un ucraniano por adopción que le devolvió a Ucrania, ese país hoy invadido, la península de Crimea.

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Fue Crimea aquel el territorio peninsular, el mismo que Grigori Potemkin había incorporado para Rusia en 1783, en la búsqueda por acceder a las aguas cálidas del Mediterráneo. Es por eso que Putin celebró en fecha reciente una década cumplida de haber reocupado ese territorio estratégico, en tanto precedente inmediato de la guerra en Ucrania. Es apropiado recordar también que, por tradición, Rusia se considera a sí misma heredera de la nostalgia por Bizancio. Un detalle agregado a lo anterior y tan curioso como el previo es que Putin asumió su primer cargo presidencial, el último día del siglo XX. Los discursos que hoy pronuncia para los ciudadanos rusos, en especial durante las recientes conmemoraciones del Día de la victoria, son evocativas de las mejores tradiciones recientes, en especial la de haber vencido al Eje en la última confrontación mundial, que concluyó en 1945. Eso y el constante señalamiento a Occidente en el sentido de que lleva a cabo una conspiración para destruir lo que quedó del imperio, el que ampliaron los soviéticos herederos de los zares.

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Ese argumento le da espesor como fundamento a la voluntad de Putin por impedirlo. Ello incluso si la humanidad pudiese ser víctima del horno nuclear que ellos, los rusos, desatarían si no quedase otra salida. Ese es el perfil de un Putin que ratificó su mandato por quinta vez hace pocos días como déspota heredero tanto de los zares como de la nomenklatura del periodo soviético. Él no rechaza esa sumatoria y durante los desfiles militares también aparece flameando el emblema de la hoz y el martillo. El haber ganado las elecciones con un 87 por ciento de respaldo habla de manera clara de cuál es la emotividad transversal del sentir ruso en la actualidad, y ello no obstante la crítica de amplios sectores a la carencia de una oposición con capacidad real confrontar con los dictados del zarismo burocrático presente. En un mundo en el que la estabilidad internacional está erosionada y en riesgo de una ampliación de la conflictividad, lo que se dispone desde el Kremlin es más peligroso de lo que señalan los discursos del mandatario que acaba de renovar su quinto mandato.

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La guerra en Ucrania y la celebración del décimo aniversario de la anexión de la península de Crimea le dicen al mundo de una evocación mesiánica, eso si se suman los demás antecedentes ya señalados. Esa suerte de destino manifiesto que es la saga de Putin como “hermano mayor” de este tipo de regímenes, en el sentido que acaba señalarlo Nicolás Maduro, al conocerse el resultado de las elecciones en la nación euroasiática. Detalle que dice aun más de lo que hoy por hoy campea en el mundo que rechaza los valores de una democracia plena y moderna. Claro, tal como se entiende en el Occidente capitalista, vale precisarlo. El autor Morris Berman ya había planteado en su obra de 1987 el porqué de una Rusia que tiene problemas para asumir lo que de manera lineal impuso la Modernidad, desde el siglo XIV. En su libro “El Reencantamiento del mundo” señala que Rusia y la llamada mentalidad tercermundista, no tuvieron Renacimiento, Iluminismo, ni Revolución Industrial, así como tampoco una revolución política como la francesa. Apenas, los soviéticos copiaron de los revolucionarios galos la figura del comisario político, para controlar a los ejércitos.

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Eso fue, por ejemplo, Nikita Krushev durante el asedio alemán en Stalingrado con la victoria sobre los germanos, lo que le permitió al comisario vencedor afirmar su carrera para llegar a primer ministro, entre 1958 y 1964. La curiosidad al respecto es que la Crisis de los misiles, cuyo escenario fue Cuba, le costó el cargo en el plazo mediato, el exilio interior y el desdén del olvido. Desde entonces, la mitología del complot de Occidente contra la madre Rusia encontró un refuerzo inmejorable, que persistió hasta este tiempo. Ahora con mayor vigor bajo la administración mesiánica de Putin, tal como siempre ha sido para la visión rusa. Sería difícil comprender lo que ocurre hoy con el desafío planteado sin esos antecedentes puntuales, los que en este momento tienen especial relevancia. Dentro de ese marco puede señalarse que Moscú no cejará en su intento de obtener una victoria sin predicados sobre sus enemigos de Kiev, lo que incluye a su líder, Volodimir Zelensky. A todo lo anterior es necesario agregar que la rivalidad entre esa ciudad y Moscú es casi milenaria, desde el desplazamiento del patriarcado ortodoxo de la capital de Ucrania a la capital rusa.

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Esa fue una decisión que tuvo lugar debido al acoso de los turcos sobre la emblemática capital de Ucrania y ellos, los rusos, decidieron que tal asedio constante era un riesgo para quienes sentían la aprensión por el Islam y la presión de su cultura sobre esos territorios del sur. El traslado ocurrió en 1325 y así se mantuvo. De tal manera y con tales antecedentes, que se hunden en el fondo de la historia y sin excluir los más próximos, permiten comprender la sensibilidad rusa ante lo que ellos ahora entienden como el rodeo de Occidente alrededor de lo que llaman la Madre patria. Quienquiera que se detenga a atender los discursos de Putin y la burocracia que lo rodea podrá acercarse a esa mentalidad que rechaza los asedios que puedan vulnerar una seguridad que siempre buscan y a la que no están dispuestos a declinar. En la suma también debe considerarse que, luego de la caída de la Unión Soviética, Washington se comprometió con Moscú a no debilitar el cinturón de resguardo territorial que se había creado desde la vigencia del viejo imperio. Fueron los tiempos preeminentes de Ronald Reagan, George Bush (senior) y Mijail Gorbachov.

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Eso y, además, después de haber soportado las invasiones históricas que sufrió ese territorio plano que es Rusia, hasta los Urales y luego hasta el Pacífico. Ellos suelen hacer referencia a los tiempos de las invasiones mongolas, luego las de polacos y suecos, después de franceses y germanos, entre los siglos XVIII y XX. Los suecos fueron derrotados en Poltava, en 1709, los galos en Berézina, (1812) y los germanos después de Stalingrado y Kursk, en 1945. La sensibilidad rusa, entonces, aparece bien argumentada en sus razones y resistencia. Eso no justifica la existencia de un poder despótico ni el asesinato de los opositores al régimen de turno, pero sí le brinda al déspota una justificación histórica a quienes lo eligen una y otra vez, sin rivales con fuerza a la vista. El águila imperial bicéfala de memoria bizantina, que se observa en las apariciones públicas de Vladimir Putin, además de todo el ornato que aparece en las celebraciones públicas para renovar la memoria de todos esos acontecimientos, hace que no riñan la comunión a la vista de la vieja bandera del imperio, con la roja de la hoz y el martillo. Emblemas que ondean durante los desfiles militares y celebraciones de fasto similar. Todo ello para reiterar que eso es Rusia (aresprensa).

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VÍNCULO : ABORTA EJE SUDAMERICANO 

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