FILIPINAS EN EL BORDE
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PATRIMONIOS CULTURALES  //  LENGUA ESPAÑOLA EN FILIPINAS  //  Publicado el 29 de septiembre de 2024  //  17.30 horas, en Bogotá D.C.

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Si las tensiones fueran pocas en la geopolítica de estos años, tal vez lo que está sucediendo en los mares del extremo oriente sería apenas una circunstancia más sumada a otras que ya existen. Pero no, la sumatoria actual de decisiones con ingrediente militar calientan aquella zona de una forma que resulta imprevisible trazar líneas coherentes hacia el futuro inmediato, para la tranquilidad general. Vale decir, la tranquilidad del mundo. Son varios los actores operativos que intervienen en la inquietud y otros están demasiado cerca, acechando, como para pasar por alto el incremento de las aprensiones en esa parte del mundo. La misma que concentra el mayor tráfico naviero internacional. Filipinas es en este tiempo uno de los protagonistas estratégico en el mismo frente donde se desarrolla la mayor tensión y el ambiente de confrontación posible. En ese borde están los otros principales: China y los Estados Unidos. En un paso que no es al costado, operan los otros: Japón, también Corea del Norte y del Sur , Rusia, la India y luego en orden de cercanía, Australia y Nueva Zelandia.

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Estas últimas, en realidad, por ser parte tácita de lo que en general suele llamarse “occidente”, en términos de pensamiento colectivo dentro de la también llamada modernidad, en su dimensión tanto geopolítica como ideológica. Filipinas lo es desde la llegada de España a esa zona, en la segunda mitad del siglo XV. Los galeones españoles arribaron al archipiélago malayo desde México, que fue capital de la Capitanía, que controló durante más de tres siglos no solo a ese archipiélago estratégico para Europa, sino a otros territorios insulares del Pacífico, tales como las islas Marianas y las Carolinas. Todas esas posesiones de ultramar pasaron luego al dominio de los Estados Unidos, luego de la guerra de 1898, que terminó de deshacer el viejo imperio español. Ese control de más de un siglo por parte de la hegemonía norteamericana explica en parte lo que ocurre en la situación de peligro. Esto, por los lazos históricos y culturales de Manila con Europa primero y con Washington después.

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Filipinas no solo se ha enfrentado a los riesgos desde tiempos de la presencia española, sino que también debió hacer frente a la inestabilidad interior y los fantasmas sempiternos que representa el haber sido colonizada dentro del catolicismo. También por la cultura del Islam y de la misma China, que estaba presente en esas islas desde mucho antes que llegaran mexicanos y europeos. El barrio de Binondo, en Manila, fue el punto desde donde los comerciantes que iban y venían del continente, comerciaban primero con los locales y después con los europeos. En ese tráfico el llamado “galeón de Manila” atravesaba todo el Pacífico desde Acapulco hacia el otro lado del mundo, en un tránsito de más de dos meses que incluía una parada en Guam, de ida y vuelta. Las naves llevaban unas 500 toneladas de carga que se intercambiaban por productos americanos y por “duros” españoles de plata, llamados “real de a ocho”. El vínculo fue interrumpido al despuntar el siglo XX, cuando llegaron a la zona los americanos de habla inglesa.

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Este es el panorama general y rápido que permitiría entender la vigente posición de Manila, estrechando vínculos de defensa con los norteamericanos ante China y la queja de este último gigante al respecto. Beijing ha advertido que el refuerzo de la alianza entre los filipinos y Washington altera el “statu quo” vigente en esa parte del mundo, donde comparten aguas varios países, todos con tensiones o enfrentados a la expansión china. Tanto lo altera, que el gobierno continental en tren de queja ha dicho que el delicado equilibrio entre estos países “…está en jaque…”. Más allá de las amenazas verbales, debe señalarse que las advertencias al respecto incluyen la situación delicada de Taiwán, el territorio insular que es considerado por el régimen de Xi Jinping como provincia aún no reincorporada a la soberanía que reclama. Se estima que Filipinas ahora es la línea de un frente cada vez más evidente en la intención de defensa de la autonomía taiwanesa, que los norteamericanos protegerían cualquiera que sea la amenaza del gigante vecino.

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En la ocasión vale también traer de la historia la ocupación japonesa del archipiélago filipino en el inicio de la Segunda Guerra Mundial, y el alto costo que tuvo para ese pueblo malayo tanto la presencia nipona como la recuperación de las islas en la contraofensiva que encabezó Douglas McArthur, entre 1944 y 1945. En la etapa final del conflicto se produjo lo que debe llamarse el “holocausto” de Manila, donde sucumbió bajo bombardeos y combates un 20 por ciento de los habitantes de esa ciudad, capital entonces de las islas. La masacre la produjeron tanto los ocupantes como los “libertadores”. En ese sangriento enfrentamiento, en el que los civiles llevaron la peor parte, fue que se produjo la desaparición concreta de la población nativa de habla española, debido a que las acciones de resistencia y ofensiva militar se produjo en los barrios históricos de la urbe. No pocos sostienen que para los mandos aliados los filipinos de habla hispana eran parte de la resistencia contra la hegemonía americana.

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En aquel tiempo la población de Manila alcanzaba los seiscientos mil habitantes. Hoy sobrepasa los 10 millones y de uno de los antiguos barrios hispanos quedan las ruinas de Intramuros. De nuevo los filipinos están ahora en el borde del conflicto que se anuncia en las riberas del llamado mar de la China y donde disputan soberanía sobre otros islotes, casi todos los países cuyas costas son bañadas por esas aguas y donde también sobreviven multitud de pescadores y sus familias, dedicados a la pesca. Pero no es solo eso lo que está en juego, también las riquezas petroleras y gasíferas debajo de tales aguas meridionales. La bilateralidad de la defensa entre Manila y Washington data de inicios de la década de 1950, y aquello fue reafirmado este año entre Malacañán (el palacio de gobierno en Manila) y el secretario de Defensa estadounidense Lloyd Austin. El pacto incluyó una partida de 500 millones de dólares en ayuda con equipos militares, en especial destinados a la guardia costera filipina, asediada con frecuencia por la marina china (aresprensa).

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