MAGIA DE LA IRACA |
PATRIMONIOS CULTURALES // ARTES VISUALES // Publicado el 29 de septiembre de 2020 // 19.45 horas, en Bogotá D.C.
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Sandoná, en el sur de Colombia (departamento de Nariño, frontera con Ecuador) tiene una riqueza cultural que no solo es profunda en su cultura ancestral, en mixtura con lo que dejó la colonización europea. Se agrega a lo anterior lo que expresan sus gentes en la cotidianidad y en la capacidad de esos pobladores por mantener saberes que se expresan en parte en el trabajo de sus artesanos y en los vínculos de esa mirada con la intuición que los liga a la narrativa religiosa e incluso más allá. El paso por esa zona de los incas los mantiene ligados a una visión que no descarta una suerte de comunión con lo que se intuye del cosmos. Una suerte de magia, entendida esta en su valor etimológico: magna ciencia, o posibilidad directa de entender los misterios del universo para beneficio del hombre, sin necesidad de pasar por el tamiz de la racionalidad que es propia de la mentalidad occidental. La artesana de Sandoná, Juana Castillo, lidera un proyecto ambicioso como es el de estar al frente de un grupo de artesanas cabeza de familia, en una zona donde son más de cinco mil las mujeres que laboran con base en el tejido de palma de iraca. Una fibra vegetal emblemática de la región para elaborar los objetos que salen de esas manos múltiples. Ares dialogó con Juana Castillo en el marco de la pasada feria artesanal de Bogotá, Expoartesanías, que cerró un fin de año con las esperanzas siempre abiertas y sin que por entonces se presagiara el impacto desastroso de la pandenia que llegaría a Colombia pocas semanas después, en el presente 2020, que es ahora un año trágico en su tramo final.
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Entrevista: Martha Liliana ROMERO
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La asociación Asteju agrupa a unas dos centenas de tejedoras de Sandoná, que también integra a 6 hombres. Todos dedicados al trabajo artesanal con la delicada fibra de la palma de iraca. De ese trabajo salen objetos que van desde el uso doméstico a los detalles ornamentales. Es toda una tradición regional, ¿cómo se transmiten esos saberes?
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Es parte de nuestra actividad el enseñar a otros -afirma Juana Castillo- yo por ejemplo me dedico a confiar lo que aprendí todos los martes de cada semana, a cualquier persona y de manera gratuita. Debo decir también que esto no es solo un aprendizaje, también es una terapia. Creo que la vida no solo es dinero, es mejor ratar de llenarse de sabiduría y compartir. Considero importante dejar cosas buenas en el mundo.
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La iraca permite realizar objetos variados, como queda dicho, y su elaboración exige un refinado oficio manual que plantea la incorporación de destrezas que pareciera a veces no son para cualquiera. ¿Cómo apropiar los secretos del oficio?
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Es posible que el punto de partida sea en parte la necesidad y también una actitud que está enraizada por el entorno en el que todos nosotros convivimos como artesanos -señala la líderesa- en mi caso es medio siglo de trabajo. Esto nos ha permitido conocer y perfeccionar entre todos las destrezas para hacer esos detalles que son muy buscados para la vida diaria y familiar. Desde canastos a papeleras, individuales, paneras y tantas otras cosas bellas y útiles. Es una escuela en sí misma para quienes no tuvimos oportunidad de ampliar nuestra formación académica, y de esa forma saber que hacemos un aporte para la sociedad.
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La media docena de hombres que trabajan, benditos entre tantas mujeres, y participan de una parte importante en el proceso y ese encuentro tiene su magia en vínculo con el cosmos. ¿Cómo opera esa “división” del trabajo?
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La recolección de la base vegetal, la paja de la planta de palma, la hacen los hombres sobre el terreno -aclara la artesana- y es una etapa inicial en la que ellos colaboran integrados al grupo de labores, que luego nos pone a la mujeres en la otra etapa terminal del proceso. Recogen la fibra en cuarto menguante.
Juana Castillo
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El aporte del Estado a los artesanos ha sido el de apoyarlos con la asesoría de diseñadores reconocidos. Para el caso de este grupo de trabajadores con fortaleza cultural tradicional, quien les colaboró fue Lina Osorio, reconocida en el país por su trabajo en la creación de sombreros. ¿En qué consistió esa colaboración creativa?
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Ella nos introdujo en la elaboración de unos sombreros de alas muy grandes, desmechados -precisa Juana Castillo- además con colores vistosos y, eso sí, sin elemento artificial alguno, aunque en nuestra tarea es norma para nosotras trabajar siempre con elementos naturales.
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El trabajo integral con elementos naturales, ¿es el eje del valor agregado en estas artesanías?
La iraca es un elemento biodegradable -explica la artesana- una vez recogido se debe mojar y a partir de ese manejo se deja trabajar y se deja moldear. Una vez terminado el objeto, por ejemplo un sombrero, se puede doblar y guardar. Luego, es posible sacarlo de donde se dejó, se plancha y nadie se entera de que estuvo doblado. Nada lo daña porque la fibra es fuerte y consistente.
Sombrero de iraca
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¿La faena de colorear la fibra y el objeto, cómo se realiza y de dónde se obtienen las tintas?
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También las tinturas son naturales -aclara Castillo- se procesan las hierbas y semillas de la región para componer los colores, no trabajamos con químicos. Para realizar la faena se necesita una piedra, unas buenas tijeras, una mesa y una silla. Después hay que ponerle corazón al trabajo.
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Medio siglo de actividad continuada es lo que acumula la artesana en su labor de mantener un saber regional, como el descrito. Pero, ¿cuánto tiempo lleva elaborar una de estas piezas?
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Depende del objeto -plantea la entrevistada- si se toma como modelo el sombrero puede decirse que si es uno sencillo puede llevar dos días de trabajo, pero si es uno con mucho detalle agregado y con retoque delicado puede necesitar una semana el concluirlo (aresprensa).
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