MILEI, APENAS UN AÑITO
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ACTUALIDAD  //  Publicado el 05 de enero de 2025  //  17.00 horas, en Bogotá D.C.

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Luces, muchas, y también sombras -algunas importantes y muy oscuras- en el primer año de gobierno libertario argentino. Algunos de sus seguidores forman parte en los hechos de lo que niegan en discurso, por el fanatismo demostrado y por el desprecio y la actitud de exclusión hacia quienes no piensan como ellos. Ese es al tiempo el talante del presidente que celebró en el inicio del pasado diciembre su primer cumpleaños como presidente y legítimo inquilino de la Casa Rosada. Así como además de la quinta presidencial de Olivos, ubicada en el conurbano norte de la capital del país que es, al tiempo, el verdadero despacho presidencial. Otros siguen mirando con atención y una sorpresa que debiera disolverse pero que no se atenúa. El golpe de opinión que marcó el ascenso de Javier Milei mantiene descalabrada a la oposición, que perdió su hegemonía en diciembre del 2023. Fue una sorpresa como aquella que generó el triunfo de Juan Domingo Perón en 1955, pero al revés en la concepción de época. Perón ganó con un discurso proteccionista y distante de las hegemonías que se habían impuesto como resultado de la contienda universal, que había terminado un año antes del ascenso máximo del recordado militar argentino, quien fue tres veces presidente. Las salidas de tono de Milei lo hacen ver a veces como un menor de edad, a la manera en que Emanuel Kant definió esa patología social: se es menor de edad por voluntad propia.

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Escribe: Rubén HIDALGO

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Salvo esa coincidencia histórica Milei poco tiene que ver con aquel líder argentino cuya influencia se prolongó hasta el presente. Perón fue lo opuesto a la visión ideológica expuesta por Javier Milei y sus militantes y esto aparece a simple vista en algunas de las facetas que los acercan y así como los diferencian. El caudillo militar nada quería con las hegemonías afirmadas a partir de 1945, Milei se alineó de manera vertical con Estados Unidos y con el Occidente democrático y capitalista. Coincide con Perón en tener una mirada cercana a Israel, aunque Perón no se alineó con el nuevo país en las guerras que sostuvo con sus vecinos, a diferencia de Milei. Perón tuvo ministros de ancestro hebreo y en su gestión inicial hizo de la Argentina uno de los primeros países en reconocer al nuevo Estado, que surgió en tierra palestina a finales de la década de los años 40 del siglo pasado. Estos detalles son parte del complejo panorama de coincidencias y pugnacidad que colorean el complejo panorama político y de manejo del poder en el país austral.

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Milei no se considera un antiperonista, vale decir un “gorila” tal como lo señala el lenguaje coloquial en aquellas tierras, cuando se hace referencia a antiperonistas de paladar negro. Pero el actual presidente se considera cercano en pensamiento a una de las excrecencias ideológicas de aquello que trazó como línea de pensamiento el líder justicialista en sus bases ideológicas. Milei se considera seguidor a las políticas que trazó en su momento el expresidente Carlos Menem, quien hizo en el primer tramo de los años 90 un giro diametral hacia el neoliberalismo, en boga por aquellos tiempos. El pragmatismo de lo que se llamó justicialismo le abría campo al giro copernicano de Menem, y así lo hizo, tanto como para pasar sin sonrojos de un extremo al otro de las ideologías que fueron transversales a las diversas visiones de mundo que fueron moda en el siglo pasado: desde la izquierda hasta la derecha, a veces y en ambos casos edulcuradas en el discurso y la acción. Esto fue desde el apoyo a las guerrillas hasta la orden de exterminio de las mismas, que dictaminó Juan Perón en vida.

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En tanto exponente de la nueva derecha internacional, Javier Milei aparece como un ortodoxo que no hace concesiones a sus adversarios ideológicos y los desprecia tanto como se supone que los combate, sin abandonar un pragmatismo que ya ha mostrado al hacer concesiones parlamentarias al defenestrado kirchnerismo, que sigue dominando en el poder legislativo argentino. Ese poderoso sector que el frente gobernante llamó en campaña electoral y ahora en discurso oficial, como “la casta”. Un legislador hasta hace poco kirchnerista y ahora oficialista fue atrapado hace pocas semanas en Paraguay con un bolso que guardaba unos 200 mil dólares. Pretendía lavar dinero fruto de la corrupción sistémica argentina y no pocos aseguran que fue un pago de arcas oficiales de la actual gestión de Javier Milei. Esto significa que el presidente argentino que acaba de cumplir apenas un año de gestión tiene muñeca para hacer concesiones de contingencia a lo que él considera una lacra política y moral.

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En otras palabras, el interés político doblega los reatos morales de palabra. Javier Milei ha mostrado indicadores de éxito en su gestión aún en pañales, apenas un añito de gobierno, en los que cumplió el duro manejo económico que había anticipado en campaña. Los indicadores así lo señalan y eso incluye una favorabilidad de opinión tal como siguen mostrando las diferentes encuestas. Eso envalentona al séquito de funcionarios de otros niveles que acompañan al mandatario en el trabajo que les corresponde, y en los delirios. Esa parte del comportamiento que genera dudas incluso a no pocos de quienes los votaron es otra de las características de este gobierno que reemplazó a otra locura institucional argentina: la del kirchnerismo en retroceso, pero no agonizante. Quienes fueron desplazados por la montaña de votos que puso a Milei en el primer plano de la Argentina vigente se frotan las manos con regreso improbable pero no descartable. Las elecciones de mitad de periodo que se aproxima en este año definirán las tensiones del proceso.

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Las mismas que darán un panorama de una Argentina que podría volver a un pasado protervo, que se niega a apagarse. No es una negativa en el aire, el desprecio de Milei y de sus entorchados a quienes no piensan como ellos, la vindicta a los medios de comunicación y a los periodistas que lo cuestionan, así como también la descalificación pública y vulgar a economistas, académicos y, en general, a las voces disonantes no hacen otra cosa que engolosinar a los corruptos que siguen ahí. Están para nada agazapados, esperando el momento para volver a asaltar el tesoro del Estado. El tesoro en términos gráficos, es decir, lo acumulado de lo cobrado al bolsillo de los argentinos en términos de valor de cambio. La pugnacidad o la grieta, como llaman los argentinos a la profundad polarización que inició la parábola presidencial de los Kirchner, no se apaga y ningún pronóstico dice que el encono se apaciguará. Mientras tanto el gobierno se apresta a profundizar los ajustes económicos e institucionales, frenético por los éxitos fugaces del primer año (aresprensa).

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