NISMAN, UNA DÉCADA DE IMPUNIDAD |
ACTUALIDAD // LA TERCERA OREJA // Publicado el 18 de enero de 2025 // 16.00 horas, en Bogotá D.C.
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Los atentados a la comunidad judía de Buenos Aires en la década de los 90, fueron el inicio del martirio que culminó con la muerte del fiscal Alberto Nisman, quien tuvo a cargo la misión de investigar el tramado de esos atentados y la determinación de los responsables. Esa es la conclusión de una buena parte de la opinión argentina, expresada a través de medios formales y de redes, así como también es lo que señala la lógica cotidiana y la política. En especial, la opinión política opuesta a las autoridades que dejaron los resortes del Estado en diciembre de 2023. No es un simple recurso el señalar sobre un tramado tenebroso que apuntaba no solo a ampliar los frentes de conflicto del Oriente cercano sino también a establecer una plataforma para desviar la atención en lo que ocurrió durante el largo proceso que ya lleva tres décadas. Durante el tercio de ese tiempo se mantiene la impunidad frente al hecho cierto del crimen del que fue víctima el fiscal. Escenario en gris cercano al negro que, por sí mismo, da pie para imaginar que lo que sigue siendo posibilidad se convierta en certeza clara. Este 18 de enero se cumplieron diez años de la muerte provocada del fiscal argentino.
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Lo que de manera extraoficial se ha sospechado desde antes de la llegada de los libertarios al gobierno, entiende que quienes armaron la conspiración que terminó en la muerte del fiscal Nisman tuvieron como parte de la cadena criminal a iraníes y venezolanos. Estos últimos durante la gestión de Hugo Chávez, en tiempos en que se insistió ante el fallecido ex presidente Néstor Kirchner sobre la necesidad de seguir apoyando a Irán en el desarrollo de su programa nuclear que interrumpió Menem. Los argentinos habían abierto esa ayuda a los persas por pedido de los Estados Unidos, durante el gobierno del sha Reza Pahlavi. Aparece como extraño ese gambito internacional frente a Irán, hasta que se tiene en la suma el hecho de que la monarquía persa era aliada de Occidente a la inversa de los ayatolas, quienes sobrevinieron a la caída del monarca iraní. Esa colaboración siguió cuando variaron los tiempos en el viejo Irán. Pero la administración de Carlos Menem giró en sentido diametral ese aporte que estuvo mediado por millones de dólares.
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Lo demás es registro bien conocido: el atentado a la embajada de Israel en 1992 y la sede de la mutual Amia un tiempo después. Dos golpes que dejaron más de un centenar de muertos y una cifra superior a los 500 heridos. Fueron atentados terroristas cuya característica siempre se atribuyó a la eventualidad de extender la guerra contra Israel. También el de dar aviso a las autoridades rioplatenses en el sentido de que el desafío por los antecedentes sumados en el escenario nuclear tendría consecuencias de largo plazo. Así y tal como lo entienden las sociedades con mucha historia acumulada y ese es el caso de Irán. Hay especulaciones con menor soporte que alivian la eventual responsabilidad del país del oriente cercano y también sostienen que en realidad fueron atentados generados solo por argentinos e incluso se especula en el sentido de que fueron autoatentados. Ahora la justicia avanza, pues la ola interna de la Argentina ha cambiado de manera radical y el alineamiento del país, tanto con los Estados Unidos, el occidente europeo e Israel, ratifica que los jueces argentinos se mueven de acuerdo con las alteraciones de las brisas políticas.
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Al cortarse de un tajo la colaboración científica y tecnológica argentina a los iraníes, así como a otros países de la región, cuerda de la que también se colgó Egipto, se produjo en secuencia la retaliación con los dos golpes señalados. También en ese proceso hubo un cambio diametral, tal como ocurre ahora en las relaciones argentinas con el exterior. Es por eso que en los últimos meses el gobierno de Buenos Aires ha informado de al menos dos tentativas de atentado criminal contra el Ejecutivo del país y el Estado en su conjunto. Uno de esas intenciones abortadas se produjo en Mendoza y la otra en Río Negro, ambas zonas fronterizas con Chile. En el primer caso, las cabezas detectadas y detenidas llegaron desde el país transcordillerano. Esto señalaría también que las intenciones de seguir la saga previa que culminó con la muerte de Nisman, continúan en estos otros proyectos de acciones terroristas, articulando en nuevo vínculo a extranjeros y locales, con tácticas similares a lo previo, aunque no idénticas. Así, Nisman antes del martirio ya estaba condenado.
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La certeza indiscutible a la que se hizo alusión se basa en la circunstancia de que la investigación conjunta y múltiple que encabezó la Gendarmería local, determinó que, en efecto, la reconstrucción de los hechos que rodearon la muerte del fiscal, dejaron en claro de manera irrefutable que el hecho criminal fue provocado por terceros. Ellos ingresaron al edificio y a la vivienda de la víctima, procediendo a darle muerte, con la misma pistola que tenía el afectado por prevención. Esto a despecho de lo que sostuvieron las autoridades de entonces, afirmando la suposición de un suicidio. Lo cierto es que el deceso de Nisman se produjo unas horas antes de que este se presentara al Congreso para brindar los fundamentos, en audiencia pública, de la responsabilidad y complicidad del gobierno de Cristina Fernández en un acuerdo exculpatorio con Irán. Ello para dar pie a la impunidad de los iraníes en los atentados a la comunidad judía y a los diplomáticos de Israel. Nisman, judío él mismo, había trabajado en el caso durante más de una década.
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Lo hizo con la asistencia incluso de la estructura civil de inteligencia del país. El organismo por entonces se llamaba Side (Servicio de inteligencia del Estado). El gobierno de la señora Fernández cooptó el organismo y barrió con los agentes que habían sido nombrados para asistir al fiscal. Uno de ellos, el más importante y conocido llamado Alberto Stiuso, huyó al exterior ante la posibilidad de ser él también asesinado. Esa fue una de las primeras perversiones que acompañaron a la tenebrosa conspiración. Después, la presidenta Fernández y sus cercanos trataron de ensuciar la memoria del funcionario inmolado y ratificaron la inconsistente idea del suicidio. Tampoco decretaron duelo por el infortunio del fiscal y esa fue otra perversión sumada. Aunque en el inicio de esa cadena proterva estuvo el hecho de que en la escena del crimen los operadores que tributaban al gobierno de turno no respetaron la cadena de custodia y fueron una suerte de “manada de elefantes”, que ensució el escenario del crimen, borrando pistas. Esto se hizo tratando de nublar todo aquello que pudiese impedir la búsqueda de la impunidad, que se mantiene hasta hoy (aresprensa).
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