TRUMP Y LA HORMA DEL ZAPATO
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ACTUALIDAD  //  Publicado el 18 de noviembre de 2024  //  11.00 horas, en Bogotá D.C.

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El presidente electo de los Estados Unidos ganó hace dos semanas con una contundencia que no dejó dudas en lo que hace a la legitimidad del mandato que se iniciará el próximo 20 de enero. Fue un triunfo de cachetada que muchos no esperaban. El regreso del controversial personaje sí trae a la memoria aquello de que él fue víctima de un complot que impidió su regreso en la elección pasada. Una conspiración que permanecería y sobre la que el presidente electo tomaría medidas retaliatorías ya anunciadas. Eso quizá traería a la historia de Estados Unidos mayores traumatismos para una dividida sociedad que además está golpeada por una inflación que irrita a la ciudadanía no acostumbrada a perder ventajas sociales y de consumo. Aprensiones que se agitan, al tiempo que se suman a lo anterior los actuales conflictos del mundo que podrían llegar a envolver, más aun, a la que se sigue considerando como la primera potencia. Protagonismo desafiado por eventuales hegemonías emergentes, en especial por parte de China y Rusia. El nuevo presidente electo llega enarbolando banderas que han sido tradicionales en sus campañas.

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Escribe: Paulo de Moura Días

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Entre esos emblemas está el de la inmigración ilegal y las eventuales amenazas a la seguridad nacional, tanto como la del latente terrorismo, exacerbado por las tensiones extra fronteras. Además, están en la mira aquellos países que producen y exportan drogas. Colombia está en esa lista negra. Hay también en lo que se avecina unas líneas especiales sobre esta Iberoamérica, que no tuvo referencia alguna para los dos contrincantes durante la campaña. Esto junto con el impacto generalizado que produjeron los resultados, tan impactantes como disolventes de ciertas zonas de confort en la que han estado los gobiernos regionales de izquierda. Trump piensa, como agregado, hacer ajustes de cuentas con organismos como el FBI y la CIA, así como con el Pentágono, para empezar. Pero no solo estas entidades emblemáticas del poder norteamericano están en el index del mandatario que regresa golpeando fuerte, los que formarían la lista del repudiado -por parte de los halcones de Trump- de aquello que se denomina “Estado profundo”.

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Un excesivo relato descalificador desde la orilla demócrata fue por lo reiterativo y excluyente una lápida para la candidata Harris. El norteamericano medio estaba en este momento pensando en su billetera y en unos ingresos cada vez más débiles para mantener el ritmo de vida de una sociedad acostumbrada al consumo, a veces frenético. La pobreza no es nueva en el país del “sueño americano”, pero las circunstancias vigentes hicieron lo que parecía poco probable y eso fue un catalizador para el triunfo del extrovertido y poco diplomático candidato ganador de este pulso electoral. Lo ocurrido es fundamental para la marcha de un mundo convulsionado por la guerra y la inestabilidad generalizada. El nuevo presidente se ha comprometido a aliviar las tensiones dentro de su sociedad y las que están vigentes en el mundo, pero, eso sí, sin dejar de lado los ajustes con sus adversarios de distinto pelaje que se convirtieron en enemigos y si lo son para él lo son de su país, según su retórica reiterada.

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El primer aventón irá contra lo que se conoce como el mencionado “estado profundo”, un extraño término para definir a quienes desde el interior de la administración tendrían capacidad para sabotear las políticas que se pretenden imponer desde el poder presidencial. Se trata de una suerte de hombres y mujeres “de negro”, capaces de conspirar y revertir las directivas del Ejecutivo, en alianza con sectores de la sociedad civil y de la poderosa industria norteamericana, incluida la militar. Lo curioso es que para Trump y sus seguidores republicanos este núcleo difuso y enquistado en buena parte de los controles estatales y con distintas jerarquías serían “izquierdistas demócratas” quienes, desde Dwight Eisenhower hasta Nixon y Ronald Reagan junto con el propio Trump, habrían provocado el declive norteamericano. No paran las cosas ahí. En esa multiforme masa conspirativa también estarían jugando los artistas y los medios de comunicación. Un conglomerado que es demasiado amplio como para imaginar tantos enemigos del sistema.

En tal presunción conspirativa entraría además un fraude que habría impedido la victoria de Trump en la que se impuso Joseph Biden. La horma del gran zapato que golpearía en un hostil entorno, también tiene extensiones para lo que ocurre fuera de Estados Unidos. El presidente electo, sin dejar de afirmar que él puede hacer que el mundo se pacifique, también señala que los republicanos evitan las guerras no así sus contestarios de la orilla opuesta. Por lo pronto ya advirtió a la flamante presidenta de México que las sanciones a ese socio del sur no se harán esperar si no se contiene el flujo de migrantes ilegales que durante el gobierno de Joseph Biden no tuvieron demasiadas restricciones para el ingreso por los poros fronterizos. Ese zapato alcanza a otros gobiernos cercanos a México, entre estos, los centroamericanos y también Colombia. Pero este país andino tiene otros acumulados desde la perspectiva de la dirigencia que ocupará la Casa Blanca, a partir de enero, en medidas restrictivas potenciales que no tendrían retroceso.

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Lo que sucede en Venezuela es otra erupción de malestar para los talibanes que están listos para reemplazar a Biden. El fraude electoral venezolano de julio pasado es veneno para estos conservadores republicanos. No es esperable una intervención armada en el país caribeño, pero sí aumentarán las sanciones y el acorralamiento a Maduro y su séquito, tratando de que abandonen el poder usurpado con la burla agregada a los mediadores internacionales. El alineamiento con los poderes emergentes, el señalamiento a Israel por lo que ocurre en Gaza y el mirar al costado con lo sucedido en el ataque de Hamas a Israel en octubre del año anterior, es algo imperdonable no solo para el mundo sino en particular para quienes acaban de triunfar en las recientes elecciones. En situación parecida se encuentran otros países de la región con visiones opuestas a la hegemonía ahora desafiada. Ya la jefa del Comando sur de las fuerzas armadas, Laura Richardson, había señalado en la Argentina y en sentido metafórico, hace no demasiado tiempo, que se está con nosotros o contra nosotros.

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Si es así para una figura militar en la que debe primar la discreción, debe suponerse lo que podría ser ahora con un mandatario como Donald Trump y su equipo de halcones y talibanes. Funcionarios que, a no dudar, compondrán como ya se ha visto el staff del nuevo presidente, recargado por la experiencia previa y el propósito de hacer lo opuesto de la administración que lo precede. El nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado obligaría a que ciertos gobiernos de la región cómodos con la débil troupe del gobierno que se va, pongan sus barbas en remojo. El zapato y su horma no tendrían contemplaciones con las tres principales dictaduras de Iberoamérica. Tampoco habría zanahoria para otros cercanos a los nombrados y en esa lista aparece Colombia. El ex embajador del país cafetero en Washington, Juan Carlos Pinzón, lo ha señalado a la revista Semana, en Bogotá. Los pasos perdidos y tropezones de Petro en lo internacional no le auguran trato suave a su gobierno y lo que es peor, al país que gobierna (aresprensa).

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